Apestaba. La mujer apestaba. Lo dice la paloma. Ya lo han dicho antes, otras palomas, de otros mundos. Increíble. Ella me ofreció su ano. Estaba sola. Una profundidad enorme, su corazón. Ella me hubiese metido. Toda la vida. Allí entre venas. Gratis. Las primeras veces fue maravilloso. Ella se jabonaba constantemente. Los días y la mierda se juntaron. Me empecé a fastidiar. Llegué a decirle cuánto me dolía. Llegó a querer suicidarse. Hablaba de la tristeza de su hueco esperándome un siglo. Propuso una mudanza. No la creí capaz. Claro que accedí. Pasé una temporada en su vientre. No me preguntes cómo. Lo han dicho antes otras palomas. Dormía como un pájaro de ella. Era mi tumba. Después se fastidió de mí. Nos encerramos. Discutimos. La mandé a volar. Me abortó. Increíble. Ella se consagró a la vida cristiana. Llora seguido, tiene un perro. Quiere saber algo, se lo pregunta. Hablan día y noche, día y noche. Para mí no habrá sol nunca más.
Christian Núñez
publicado en Simiostein: primer zine cornelista n° 0
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