Polvo eterno
Noches enteras éramos hablar y hablar
más una que otra risa,
cuando de repente yo te decía
“cruza la frontera, llévame a otro sitio,
hazme una estampida de armonía
allá abajo, cruza mi río Grande con firmeza”,
te decía y poníamos la mejor pornografía sueca,
sumándole cosas raras que te enviaba
un conocido, películas con actores
senegaleses brillando, contra rubias gigantes
y hermosas, era como el fragor de algo diluyéndose en el aire, pero nos divertíamos
durante la pérdida, nos desbordábamos,
condones tipo “Fiesta” para no usar
y que sólo acicalaban el ambiente,
vino, quesos, o cerveza en los malos días,
por la calle podían oírse mis gritos,
cuánta excitación, mientras palmeabas mis nalgas,
lo mejor era decirte “papi, dame duro, duro”,
en ese momento te veía brillar
como un cometa ebrio, toda la música
del mundo brotaría de tus fuentes,
casi un Ron Jeremy de oro sagrado, te pensabas
y al verte entrecerrar los ojos,
era igual que el primer encuentro,
una y otra vez me desfloraste,
cual una ingenua que se va volviendo puta,
durante el primer polvo.
Alan Mills
publicado en Simiostein: primer zine cornelista n° 0
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