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Héctor Hernández Montecinos, "La interpretación de mis sueños"



La interpretación de mis sueños

SI ESTO NO ES UN POEMA DE AMOR
NO SÉ QUÉ PUEDA LLEGAR A SER
DI LO MEJOR DE MÍ TODOS ESTOS AÑOS
AHORA PUEDO DAR LO PEOR



Sâo Paulo, 10 de agosto, 2008

I

Un libro no compila más que las noches
en las que uno dejó de vivir y escribió
como si se tratase de convertir todas esas horas
en una pequeña caja fuerte para el futuro
donde ni los sorprendentes currículos,
ni todas las publicaciones o traducciones en el extranjero
tengan espacio ni mayor valor que el polvo
como igualmente lo son el orgullo y la propiedad.

A los 28 años
y estando en un país ajeno
los amigos se ven como poemas,
poemas que he leído tantas veces y con los cuales
he llorado he odiado
he bailado he amado
como también lo han hecho tantos poetas del futuro,
hoy disfrazados de adolescentes,
hermosamente insurrectos y mayoritariamente minoritarios.

Después de tanto viajar
me doy cuenta que los libros en otras ciudades
dejan de parecerse a lo que fueron
y en ellos se despierta la conciencia de muerte
contra la cual sólo saben murmurar
el nombre de su casa editora,
el año de su publicación,
o el pie de imprenta
que es lo mismo que decir:

me llamo X tengo X nací en X
y represento otra incógnita de la belleza.

Recuerdo perfectamente el día que comencé a escribir
tenía 19 años y la vida hecha mierda
ahí fue cuando imaginé hacer un libro
donde pudiera caber toda la pena y la rabia
que sentía hasta ese momento,
ese libro era más grande que todos mis sueños
y por eso
era una pesadilla.

Veo cómo nuevos muchachos y muchachas
convierten sus vidas en poemas llenos de delirio y ternura,
los he visto en muchísimos lugares
comiendo galletas y tomando vino
tanto en pueblos fantasmas como en fantasmas países
sin la soberbia capital de la chilena poesía
que tiene amarrada a la muerte dentro de un libro
que sólo se abrirá en un par de años.

Asimismo me di cuenta con decepción que los que estaban
inmediatamente antes que nosotros
quisieron escribir correctos poemas en insípidos compendios
en el muerto tiempo de una pálida y fría democracia
¿si eso no es miedo, hijos de puta, díganme qué es?

La literatura para ellos
fue una nueva dictadura del bienestar,
de lo conveniente que resultan treinta carillas
para leer en un viaje en metro,
y no quisieron jugar con la posibilidad de perder
por eso sus darditos fueron lanzados
a una fosa común que era como veían el compañerismo,
una de las pocas utopías posibles para hacer de este país
algo menos trágico y cruel;
por eso sus librillos sólo están en los anaqueles
de las universidades fiscales donde estudiaron
y ahora son partes de privadas bibliografías
porque ellos mismos ahí son los que enseñan
que si el fascismo es cultural es bueno
y que si los cómplices del duelo nacional
pueden reeditar obras olvidadas
entonces ese tiempo perdido valió la pena
para engrandecer la marca registrada y el precio.

No se dieron cuenta que estaban en el rumbo correcto,
que así llegarían mucho más lejos
de lo que alguna vez vislumbraron
y no era necesaria tanta carnicería entre ellos mismos;
cada uno no veía más allá de su propia vida
y su vida no era más allá que su propio miedo,
una joya, sí,
era una joya que brillaba
como una reluciente trampa a mediano plazo
para los que querían comprar todo con antojo y desidia

Esto era lo que yo observaba
y por eso de mi sobrecogida boca abierta
unas luciérnagas me acompañaron en mis noches
y supe que todo estaba hecho para no escribir,
por eso mismo hoy,
en esta hiperdictadura,
la poesía vuelve a ser un arma,
sí, un arma,
desde este lado simbólico de la violencia.



Héctor Hernández Montecinos
publicado en
Simiostein: primer zine cornelista n° 0
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